¿Y ahora qué?: reflexiones en medio de la crisis

«Que los tiempos de crisis son tiempos de grandes oportunidades […]», se ha convertido –a pesar de tener mucho de cierto– en un insufrible cliché, fastidioso tanto por la ridiculez que causa su reiteración vana, como por lo sarcástico que resultaría para un empresario en quiebra o una familia en la inopia decirles que están ad portas de grandes posibilidades. Ciertamente, sería demasiado optimista la fe ciega a la frase citada; empero, es en los momentos de grandes dificultades cuando las sociedades impelidas por la necesidad generan grandes transformaciones para solucionar los problemas que la apremian. Por ejemplo, fue tras la crisis del petróleo de los años 1970 que se desarrollaron tecnologías más eficientes en el uso de energía o fue tras corroborar los terribles daños que la contaminación producía en zonas industriales, que empezó el interés por el cuidado del medioambiente; asimismo, fue tras la debacle de Wall Street en 1929 y la crisis mundial ocasionada por esta, que el gran Keynes desarrolló un enfoque revolucionario en la teoría económica. Del mismo modo, es en estos tiempos de crisis que podemos reflexionar sobre la robustez del modelo económico en el que estamos enrumbados.

Desde luego, el tema es demasiado vasto y complejo para tan exiguo espacio, por lo que nos contentaremos con esbozar las preguntas fundamentales y quizá ensayar alguna respuesta. Empezamos con la inevitable pregunta: ¿por qué ocurrió la crisis?, luego, ¿puede evitarse en el futuro? Y, por último, ¿cómo superarla?

Sobre las causa del estallido de la crisis, los factores desencadenantes son ya ampliamente conocidos: fueron los créditos hipotecarios carentes de garantías apropiadas que se generaron en el mercado hipotecario estadounidense, pero ¿quiénes son los culpables? Si mucho antes del colapso bursátil del 9 de agosto de 2007 ya era sabido que el sector hipotecario hacía agua, ¿por qué las innumerables empresas afectadas no pusieron antes sus fondos bajo mayor resguardo? ¿Por qué los entes reguladores y los gobiernos, en lugar de actuar tan tardíamente mediante rescates financieros costosísimos y de resultados tan precarios, no procedieron antes? Podríamos responder que la culpa recae en los agentes financieros, a quienes, mientras podían obtener ganancia, no les importaba que todo el sistema hipotecario se carcomiese. Sin embargo, esa explicación es tan solo parcial, ya que no podemos comprender porqué dichos agentes pasaron de la codicia a la temeridad (siguieron con sus operaciones financieras e hipotecarias, a pesar del peligro en ciernes) y, de esta, a la ineptitud (algunos, incluso, persistieron en operaciones absurdas cuando la crisis ya había estallado).

Con relación a si crisis similares pueden evitarse en el futuro, la respuesta es casi un sí.Es decir, mientras por un lado tenemos a los pesimistas que al igual que Thomas Carlyle piensan «que la economía es una ciencia sombría y el futuro está plagado de crisis severas»; nosotros creemos que, a pesar de las características intrínsecas del ciclo económico, el cual genera momentos de auge y de caída, dichas fluctuaciones económicas pueden ser disminuidas y tal vez hasta contenidas. Todos recordamos las crisis; sin embargo, por el contrario, no podemos decir a ciencia cierta cuándo estas fueron salvadas. Y la respuesta no es un sí completo porque tenemos ejemplos, como la crisis presente, donde, pese a saber con anticipación su advenimiento, cegados quizá por los célebres animal spirits, de los cuales hablaba Keynes, ignoramos torpemente el peligro.

Y, por último, sobre cómo superar la crisis… Así como la especulación desplazó ingentes fondos desde proyectos rentables al ruinoso mercado hipotecario norteamericano, ahora, aunque en crisis, dicha falencia se habría corregido. Los hombres de negocios, en general, tendrán (al menos en el corto plazo) un poco más de prudencia al momento de realizar sus inversiones. Muchos empresarios peruanos, en particular, luego de percibir lo vulnerable que es dedicarse a la exportación de materias primas, aumentarán la sofisticación de sus productos, diversificarán sus mercados e incluso incrementarán sus intereses en el mercado interno. Por su parte, el Estado, consciente de las severas inestabilidades que provoca el descontento social, ahondará esfuerzos en sus políticas de desarrollo de infraestructura, educación y lucha contra la pobreza. Naturalmente, lo descrito en este párrafo es excesivamente optimista; pero ¿acaso no es factible?

Autor: Nikolai Alva
Economista por la Universidad del Pacífico
Director Ejecutivo – NKL Consulting